Las personas cuidadoras son el eterno olvidado de las intervenciones. Siempre se habla de que
cada vez son más los países del primer mundo que se encuentran con un porcentaje mayor de
personas mayores. La longevidad es ya una característica del primer mundo. Esto se lo
debemos a la mejora de la medicina y el acceso a los servicios sanitarios y desde luego, a la
mejora del estado de bienestar que nos garantiza una vida digna y un acceso a una serie de
recursos que nos permite una mejora en la calidad de vida de las personas.
El hecho de que cada vez sean más las personas mayores, también viene de la mano de las
personas cuidadoras, ya que enfermedades neurodegenerativas como las demencias son una
tarea pendiente y una lacra ante la que luchar. Pero las personas cuidadoras no solo las
encontramos en el colectivo de las personas mayores, sino también en las personas con
discapacidad o en aquellas personas que se encuentran en una situación de dependencia
transitoria debido a un accidente o una intervención médica.
Las personas cuidadoras, sobre todo, las personas cuidadoras informales, sufren en su mayoría
el síndrome de Burn-out o síndrome de estar quemado. Caracterizado por niveles elevados de
estrés debido a la carga que supone cuidar de una persona. También encontramos cuadros de
depresión y problemas relacionados con el sueño. Todo ello acompañado de falta de apoyo
social.
Es importante que las personas cuidadoras puedan contar con intervenciones que les ayuden a
afrontar su trabajo, además de un apoyo formal por parte de las instituciones e informal por
parte de su entorno de personas cercanas.
Las personas cuidadoras deben centrarse en tres grandes aspectos: gestión del tiempo, control
del estrés y del estado de ánimo y finalmente fomento del apoyo social. Además de esto, las
personas cuidadoras deberían tener conocimiento de los recursos que tienen a su alcance.
En primer lugar, la gestión del tiempo es importante porque cuando cuidamos de una persona
nos olvidamos de un cuidado muy importante, el nuestro. Nos dejamos llevar por las
necesidades de la otra persona y silenciamos las nuestras. Pues no, nosotros también somos
una prioridad y nos merecemos ser cuidados también. Por otro lado, hay que sacar momentos
para poder escuchar y gestionar las tensiones del día a día, ya que tener a una persona a
nuestro cargo resulta algo agotador porque requiere mucho tiempo de dedicación y realizar
tareas que generan mucho estrés, como la gestión de la medicación, las citas médicas o
realizar las actividades básicas de la vida diaria como el aseo, o la alimentación. Finalmente,
contar con apoyo social es decisivo. Hay que obligarse a encontrar un momento de
desconexión, de desahogo con las personas con las que nos sentimos a gusto, de esta manera
liberamos parte de la carga que tenemos encima y que vamos acumulando. También, el contar
con personas que se encuentran en situaciones semejantes a la nuestra favorece sentirnos
entendidos e identificados, favoreciendo un estado psicológico saludable. En estos encuentros
es imprescindible poder dar cabido al humor, ya que reírse tiene un coste cero y unas ventajas
innumerables.
Por último, es importante introducir la práctica deportiva en la rutina diaria bebido a los
beneficios que esta tiene como liberadora del estrés fomentado un estado emocional
saludable, además de los beneficios que tienen lugar en nuestro cuerpo y estado de salud.

María Zambrano Muñoz, psicóloga.

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